Una gran parte de la información volcada a los medios de difusión masiva sostiene, en mayor o menor medida, que los peces y la reproducción natural en la zona se verían significativamente afectados y que ello daría lugar a una pobre temporada de pesca recreacional el próximo verano. Incluso estas informaciones han llegado a aventurar posibles efectos negativos a largo plazo, indicándose que se podría ver reducida la calidad de la pesca durante temporadas futuras.
Esta información, sumada a la genuina preocupación de quienes frecuentan los ambientes con motivo de la práctica de pesca, impulsó una reunión que coordinó la intendencia del Parque Nacional Nahuel Huapi donde se analizó la temática. Del encuentro participaron personal Jerárquico, Técnico y Guardaparques del PN Nahuel Huapi y Delegación Regional Patagonia de la APN, especialistas en evaluación y manejo de peces de la Universidad Nacional del Comahue, representantes de la Asociación de Guías de Pesca y miembros del Club de Caza y Pesca Nahuel Huapi.
En base a diferentes resultados de acciones de monitoreo de los distintos organismos, salidas de evaluación de las poblaciones peces y de nutridas observaciones de campo, se evaluó el estado de situación actual y lo acertado o no de la información que ha circulado sobre efectos de esta erupción en los peces. Como resultado se pudo establecer que la información que ha circulado fue, al menos, alarmista y no se encuentra basada en datos concretos de monitoreos ni evaluaciones integrales con metodologías apropiadas de análisis, fundamentándose principalmente en especulaciones personales sobre escasas observaciones puntuales.
Para entender esta última aseveración hay que considerar diversos aspectos. Entre ellos es importante mencionar que los posibles efectos de la ceniza sobre los peces dependen de la cantidad y características del material que cae en un sitio determinado. En tal sentido las zonas cercanas al punto de erupción y bajo influencia directa del viento recibirán cantidades mayores de material que sitios alejados y así los eventuales efectos son diferentes en el área afectada.
Si consideramos la cabecera de la gran cuenca del río Limay y la ceniza caída en sus distintos sectores, vemos que los ambientes cercanos al volcán (ej. Brazo Rincón del Lago Nahuel Huapi y Lago Espejo) han sido más afectados que otros sectores y ambientes cercanos (ej. brazos Blest y Tristeza del Lago Nahuel Huapi y Lago Gutiérrez) donde llegó menos material volcánico. Este patrón se ve claramente también en los arroyos, donde el efecto de las cenizas disminuye rápidamente hacia el Este y Sur de la cuenca.
La situación descripta entre sectores de la misma cuenca implica una disminución de los impactos sobre los peces que, por su alta movilidad, se desplazan y alejan temporalmente de los sitios más afectados a ambientes más estables y menos comprometidos (ej. de arroyos a lagos). La ausencia de mortalidades masivas de peces en la alta cuenca y aun en los sitios más afectados luego de la caída de cenizas apoya lo mencionado arriba. Adicionalmente, distintos análisis de muestras de peces de varios sitios de la cuenca indican que los mismos se encuentran en muy buen estado sanitario.
En cuanto a los posibles efectos en la producción de nuevas generaciones de peces hay que considerar nuevamente el efecto diferencial sobre toda la cuenca. Como ya se mencionó una gran parte de los arroyos de la misma (ej. los arroyos del sistema del Catedral que desaguan hacia el lago Gutiérrez o el propio lago Nahuel Huapi) no han sido severamente afectados.
Dado que los salmónidos en el lago Nahuel Huapi y otros ambientes de la alta cuenca no muestran fidelidad a determinados arroyos y que existe un conjunto común de especies cabe esperar que los sitios más afectados no sean utilizados para la reproducción esta temporada y los peces desoven en sitios alternativos. Por otra parte la eventual pérdida de ejemplares (por migración o muertes) en los ambientes más afectados será compensada por repoblamiento desde lagos y ríos de mayor caudal que pertenecen a la cuenca.
Algunas notas han enfatizado la necesidad de comenzar a sembrar salmónidos en forma urgente para “reparar el supuesto daño”. Sin embargo no consideran que si hubiera habido efectos negativos en determinados ambientes sobre los peces también debería esperarse un impacto aun más severo sobre los invertebrados de los que dependen para alimentarse (por su mayor susceptibilidad y menor capacidad de migración). Entonces qué sentido tendría sembrar juveniles si no hay alimento para ellos, además los peces sembrados competirían por el alimento con los que hubiera en el ambiente con consecuencias negativas para ambos grupos de peces.
Un aspecto importante a considerar es que pescas de monitoreo realizadas con equipos de pesca deportiva durante Septiembre por la Asociación de Guías de Pesca y miembros del Club de Caza y Pesca Nahuel Huapi acompañados por personal del PN Nahuel Huapi, puso en evidencia la presencia de peces saludables en diversos estadios de reproducción en lagos, y ríos de la zona (incluso en áreas muy afectadas).
También se observó que algunos de los principales sitios de desove del río Limay y de arroyos de la cuenca no se vieron mayormente afectados, comprobándose la presencia de una nutrida población de peces en los mismos.
Un aspecto muy relevante a considerar es que en los múltiples análisis de muestras de agua desde el inicio de la caída de cenizas no se registran cambios significativos en los principales parámetros químicos y físicos que pueden afectar a los peces. Es decir que los efectos negativos principales de las cenizas se pueden relacionar con su presencia física y no con otros elementos que ellas pueden acarrear y eventualmente depositar en el agua.
Esto apoya los resultados de las prospecciones que no han demostrado la existencia de mortandades masivas que se podrían asociar a cambios bruscos de las condiciones del agua. Esta situación difiere de lo observado en varios ríos de Chile cercanos al volcán donde se produjo un gran incremento de la temperatura del agua (más de 20º en algunos casos) que provocó importantes mortalidades de peces.
Si bien no se han registrado efectos significativos sobre los peces desde que se inició la erupción, cabe preguntarse cuál será el efecto a mediano y largo plazo de este evento. Ante esta pregunta debemos considerar algunos de los efectos principales sobre los lagos, ríos y arroyos.
Una de las principales modificaciones en los lagos se halla relacionada con las cenizas depositadas en la superficie del mismo, ya que una parte de estas flota y es eventualmente arrastrada o depositada en las orillas, otra fracción sedimenta hasta el fondo y una tercera fracción entra en suspensión y tardará un tiempo considerable en sedimentar. Esta última es la responsable del cambio de coloración y de la disminución de la transparencia del agua lo que puede tener como principal efecto biológico una disminución de la producción del fitoplancton. Este grupo de organismos es el alimento de base de toda la cadena alimentaria. Es decir es el alimento de los invertebrados y peces pequeños de los que a su vez se alimentan los grandes peces (ej. truchas y percas).
Por lo tanto si se mantiene mucho tiempo el sedimento en el agua podría disminuir la producción de fitoplancton afectando a mediano y largo plazo, a toda la cadena alimentaria y disminuyendo la abundancia o la condición de los peces. Sin embargo también hay que considerar que las cenizas volcánicas pueden tener un efecto inverso (fertilizador), por el cual la producción del fitoplancton se puede ver aumentada. De esta forma en varios lagos del hemisferio norte se ha visto un incremento de todos los grupos en años posteriores a erupciones volcánicas, generando aumentos del número y tamaño de algunas especies de peces de valor deportivo.
En relación a los ríos y arroyos el efecto primario negativo sobre los organismos dependerá del continuo arrastre y deposición de cenizas en los fondos. De esta forma la taza de depósito, los volúmenes de ceniza, la velocidad de la corriente, tamaño del cauce, así como la distancia y localización con respecto al centro de emisión serán importantes para atenuar o no el efecto de la ceniza en estos ambientes.
Es esperable que en las inmediaciones al sitio de emisión del volcán los ríos y arroyos menores se despueblen temporalmen te por migración de peces hasta que los volúmenes de material arrastrado sean menores. También se puede observar en algunos arroyos una aparente merma en las abundancias de algas e invertebrados que requiere mayores estudios para evaluar su evolución ya que de ellos dependen los peces –principalmente los juveniles-. Aunque esto fuese así, es esperable una rápida recuperación de las poblaciones de algas e invertebrados en los arroyos ni bien disminuya el arrastre y el depósito de material con la consecuente recuperación también de las poblaciones de peces.
Cabe mencionar además que tanto los peces nativos como los introducidos en Patagonia han evolucionado en contextos geológicos donde sus antepasados han sido sometidos en múltiples ocasiones a este tipo de episodios. Es por este contexto histórico que cabria esperar que cualquiera haya sido el efecto sobre los mismos eventualmente se recuperen naturalmente, máxime teniendo en cuenta como ya se mencionó que el efecto mayor es sobre una porción de la cuenca.
Por lo expuesto es claro que los efectos de esta erupción sobre las poblaciones de peces de la cuenca del río Limay no representan en la región un fenómeno puntual y que, si bien se puede extender en el tiempo, no se puede predecir en este momento el impacto global -positivo o negativo- para la conservación y las pesquerías recreacionales de la región. Es por eso que no se deberían implementar supuestas medidas de recuperación de las poblaciones de peces sin que se completen los estudios pertinentes sobre el estado actual y evolución futura de las poblaciones. La implementación de medidas de este tipo tomadas sin evaluación pueden ser contraproducentes para el ambiente y las poblaciones de peces afectando gravemente las pesquerías recreacionales de esta importante cuenca.
La pregunta entonces es: ¿qué hacemos?. En principio es necesario establecer el grado y tipo de efecto para los peces en distintos ambientes y monitorear la evolución de dichas poblaciones en el tiempo. Solo así se podrán establecer medidas de manejo, con probabilidad cierta de éxito, sin desperdiciar recursos en medidas no conducentes y hasta eventualmente adversas para la conservación del recurso.
En tal sentido, en la gran cuenca del río Limay hay una serie de planes en marcha donde se están evaluando y monitoreando las poblaciones de peces. Así grupos técnicos y de investigación de la Universidad Nacional del Comahue e INIBIOMA, el CEAN, la Dirección General de Biología Acuática de Neuquén, la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas, el Parque Nacional Nahuel Huapi y la Delegación Regional Patagonia de la APN están desarrollando trabajos en relación a diversas temáticas tales como calidad de aguas, tramas tróficas de lagos y ríos, poblaciones de peces y el impacto de las cenizas sobre distintos componentes.
Estos proyectos de corto, mediano y largo plazo brindarán conjuntamente la información necesaria para el correcto manejo de los recursos acuáticos de la región basados en datos sólidos y no en especulaciones y/o aproximaciones no técnicas.END
Autores: Dr Leonardo Burial de la Administración de Parques Nacionales. Dr Pablo Vigliano de la Universidad Nacional del Comahue.
Consultor: Daniel Wegrzin
Consultor: Daniel Wegrzin
Fotografía: Jorge Aguilar Rech, Gustavo Ambrosino, Fernando Riera.
Edición:Jorge Aguilar Rech.
Fuente: La Angostura Digital.